La historia de nuestra lactancia

Hoy os traigo un post muy personal. La historia de nuestra lactancia, porque la lactancia materna es cosa de dos. A raíz del curso que estoy realizando con Edulacta para convertime en asesora, he decidido contar mi experiencia, pues podría ser un inicio para ayudar a otras mamás. Podría extenderme durante horas, ya que son muchas las variables que influyen en una lactancia exitosa. Pero intentaré explicar que es lo que creo que más me influyó y ayudó hasta llegar a nuestros casi 24 meses de lactancia, pese a todas las trabas que tuvimos.

Antes del parto ya me había empapado el gran libro de Carlos González, «Un regalo para toda la vida». Sabía que podría dar el pecho, sabía que lo haría a demanda y confiaba en mí. Pese a que yo había nacido en esa generación de bebés que tomaron leche artificial pues mi madre «no tenía suficientemente leche». Normal, si lo que se recomendaban era dar el pecho 10 minutos cada 3 horas… pero ese es otro tema.

Asistí a clases de preparación al parto y cuando acabaron, por recomendación de la matrona, asistí a clases de lactancia junto con otras mamás del grupo anterior. Sí, antes de parir. Pude empaparme de los conocimientos de esta asesora y ver los inicios de otras mamás con sus recién nacidos. A través de ella vi lo importante que era asistir a estos grupos de apoyo y descubrí a otra gran biblia de la teta, la web de AlbaLactanciaMaterna. Antes de parir ya conocía las crisis de lactancia, las mastitis, la importancia del porteo, del colecho y del piel con piel.

Tras el parto hicimos piel con piel durante 2 horas. No me la puse al pecho ni intenté el agarre espontáneo por inexperiencia, por encontrarme en un lugar en que creía que tenia que hacer lo que me decían. Subimos a la habitación y una enfermera me dijo como ponerme al pecho a Emma. La posición era buena, el agarre era bueno, decían, sin embargo dolía. Me dolió desde el principio. Que duela al principio es normal, dijeron, primer ERROR. No es normal.

Al día siguiente ya tenía leche para dar y regalar. Emma comía y se quedaba saciada. Pero yo sufría, tenía los pezones al rojo vivo y sabía que eso no era normal. Las enfermeras vinieron a comprobar el agarre, volvieron a decir que era bueno… pues ajo y agua.

En la primera visita a la pediatra me dijo que tenía grietas y me recomendó el uso de pezoneras y conchas para que respirara el pezón y pudiera curarse. En la segunda visita, vio que Emma tenia frenillo lingual corto y eso era lo que producía un agarre deficiente, las heridas en el pezón y mi dolor. Segundo ERROR que no detectaron en el hospital. Al momento nos pasaron con un cirujano que le corto el frenillo. Note una cierta mejora al dar el pecho. Pero claro, tenía heridas y me iba a doler si o si.

En casa empecé a notar unos pinchazos por la espalda cuando daba el pecho, creí que sería la postura o algún tipo de contractura. A través de la gran aplicación móvil de LactApp y luego confirmado por la asesora de lactancia averigüé que tenía una mastitis subaguda. Aquí empezó mi gran relación de amor con los probióticos Lactanza.

Pero seguía teniendo dolor. Y fue gracias de nuevo a mi asesora de lactancia que identificó que el frenillo de mi hija había sido cortado de una forma errónea, este doctor estaba desactualizado. Tercer ERROR. A la semana siguiente otro cirujano, el Dr. Parri, un gran médico y mejor persona, le volvió a cortar el frenillo y volví a notar otra mejora en el agarre. Como dato curioso, de 10 mamás que éramos en el grupo de preparación al parto, 5 bebés del fueron intervenidos de frenillo, es más común de lo que parece.

Apareció la primera mastitis como tal. Fiebres, escalofríos, malestar… El ginecólogo de urgencias, otro dinosaurio desactualizado, me recetó unos antibióticos que no me curaron. Cuarto ERROR. Y de nuevo fue mi asesora la que consiguió que me recetaran los antibióticos correctos.

Poco después mi pequeña me mordió el pezón y se me formó una perla de leche. El ginecólogo de turno quería pinchar la perla (eso ya no se hace) y/o tratarla con una crema. Además de decirme que Emma ya tenía 4 meses, que si pensaba darle el pecho toda la vida… what? Quinto ERROR. Hice caso a mi asesora que me recomendó otra dosis de antibióticos.

Más adelante, tuve varias obstrucciones, más mastitis, otra perla de leche y hasta sufrí una temporada el síndrome de Raynaud. Pero, ya entre risas, empezaba de nuevo mi ritual de tomas de lactanza, ibuprofeno y de ponerme hielo en el pecho. Comprabamos Lactanza por internet a granel y nos lo repartíamos entre todas las mamás del grupo de lactancia, estábamos todas más o menos igual. Continué yendo a clases durante 6 meses, formaba parte de mi rutina y me gustaba ir a aprender.

Creo recordar que mi última mastitis fue cuando Emma tenía 15 meses. Viví todas las crisis de lactancia habidas y por haber, algunas mamás dicen que no las notan. Tuve muchísimo apoyo de mi marido y de mi familia, que aunque me veían sufrir jamás me dijeron que abandonara. Agradezco conocer la labor de esas asesoras de lactancia que tanto me ayudaron y supieron identificar problemas que médicos y enfermeras pasaron por alto. Agradezco haber tenido un grupo de mamás primerizas, entre todas nos apoyamos, nos desahogamos y compartimos noches en vela a través de whatsapp.

La matrona de las clases de preparación al parto nos dijo que siguiéramos solo el consejo de una persona para criar a nuestros bebés. Y esta persona fue Laura, mi asesora de lactancia. Confié en ella plenamente. Se convirtió en un referente que no solo me ayudo a establecer la lactancia. Sino también para llevar a cabo una crianza respetuosa y con mucho apego.

Nuestra lactancia fue y sigue siendo a demanda, a día de hoy sigo sin dormir una noche seguida (la media de despertares es de 3 a 4). Fueron inicios muy duros, pero me han motivado para aprender muchísimo más sobre este apasionante mundo y así poder ayudar como me ayudaron a mi.

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